Por J. M. Varona “Ché”
Desde que tengo uso de razón, me ha gustado dibujar. Cuando era pequeño me encantaban los tebeos de Rabanito y Cebollita, pero no es hasta cerca de los años cincuenta cuando soy consciente de que existía un maestro del dibujo que se llamaba Alfonso Figueras, es especial gracias a las historietas que le publicaba la revista Chicos, las cuales repasaba una y otra vez para inspirarme en sus dibujos, sobre todo en lo relacionado con el paisaje que él tan bien dominaba; ¡cómo vienen a mi memoria aquellas magníficas viñetas de de Rubin Ruud!
Pasaron los años y en el 24 Salón Internacional del Cómic de Barcelona, exactamente el 10 de junio de 2006, tuve una de las mayores satisfacciones que como profesional podía tener y fue la de conocer personalmente a Alfonso Figueras, que me recibió muy bien. Antes de despedirme hablamos de cosas de los “tiempos del cuplé” y de mi relación con la Editorial Valenciana y Chicos; al despedirme le prometí que un día pasaría por su casa para charlar más ampliamente y hacerle una entrevista, cosa que, por una serie de razones, no pudo tener lugar hasta llegado el 18 de abril del pasado año, aprovechando una nueva visita que hice al Salón del Cómic de Barcelona. Por desgracia en esa fecha, encontré a Alfonso algo más deteriorado; no estaba del todo bien, y según él, algo sordo y quejándose por problemas económicos ya que le había quedado una paga de jubilación más bien próxima a una no contributiva.
Antes de Salir de Valencia, había dado un repaso al material gráfico que tengo en casa del que saqué varias fotocopias en color de algunos de sus trabajos antiguos que le entregué en mano, y que imagino debería tener por algún rincón de casa; lo cierto es que se alegró muchísimo de que se los regalara. Hablamos extensamente de Chicos, pero en especial del almanaque que los de la revista sacaron en 1950 con bastantes cosas suyas, en particular de aquel entrañable y divertido personaje que tanto me gustaba llamado Gummo. Después de esto primeros momentos, Alfonso se mostró encantado de contestar a todas mis preguntas pero no hubo tiempo para tanto, por lo que quedé en volver para completar la entrevista. Lo intenté al día siguiente pero no pudo ser, así que lo dejamos para otro viaje mío a Barcelona, en el que además, pensaba entrevistar a Puigmiquel al que tenía localizado.
Pasaron los meses, y de pronto me encontré con la muerte de Angel Puigmiquel ¡vaya año! Y pasado un tiempo más, estaba a las puertas del 27 Salón Internacional del Cómic de Barcelona, por lo que el 28 de mayo del presente año, antes de salir de viaje, llamé de nuevo a uno de los hijos de Alfonso Figueras que me dijo que, por desgracia, no iba a poder ir a visitarle porque, en ese momento, el estado de salud de su padre había sufrido un agravamiento y estaban a la espera de una ambulancia para llevarlo al hospital. No volví a llamar hasta el 28 de junio; entonces hablé con su hijo mayor Alfonso que me dijo que su padre estaba ingresado en una clínica particular por varios problemas de salud que lo habían situado en fase terminal; una días después me enteré que Alfonso Figueras, mi admirado maestro, había fallecido el 6 del actual en Barcelona.
Después de tan triste noticia quise poner en orden mis notas para sacar a la luz una entrevista, que aunque incompleta, considero interesante y más aún en este momento. Cada viejo maestro es un pozo lleno de sabiduría, y en cada encuentro siempre hay algo nuevo que decir -como en este caso-, por mucho que pensemos que, sobre alguien particular, ha sido dicho todo. Rebobino para regresar a la situación del pasado año cuando estuve delante de Alfonso preguntándole.
Sabemos que naciste en octubre de 1922 en Vilanova ¿pero cuando nació en ti la afición al dibujo?
Hombre, a mí siempre me ha gustado dibujar. En mi época juvenil, lo más importante que hice, cuando estudiaba en los Escolapios, fueron dibujos para su reproducción en ciclostil, un aparato que servía para reimprimir cualquier texto o dibujo; a pesar de ello y antes de que se iniciara la Guerra Civil Española, por mi cabeza no había pasado la idea de dedicarme a lo que me dediqué después.
¿Qué hiciste después de pasar por el colegio?
Me puse a trabajar en la factoría que la Pirelli tenía en mi pueblo. También allí trabajaban mi padre y un hermano que murió en la guerra. Guerra que aparte de la muerte de mi hermano fue la que nos dejó sin trabajo a todos, porque la fábrica fue destruida, sin contar que mi padre también tuvo problemas y quisieron matarlo. Terminó la contienda y de algo había que vivir, máxime con un padre con no muy buena salud, por lo que toda la familia, nos trasladamos a Barcelona. En 1939 recién acabado el conflicto armado, me puse a trabajar en la imprenta de la Editorial Bruguera, en donde entré de chico para todo, pero claro, de todo lo relacionado con el dibujo. Allí pasaba a tinta La Guerra en la Estratosfera de Salvador Mestres; también reconstruía historietas antiguas; pero al final terminé por hacer las mías propias sobre artistas de cine de la época: Charlot, El Gordo y el Flaco, Búster Keaton, La Pandilla etc.
¿Dime algo más sobre Salvador Mestres?
Salvador, como yo, era de Vilanova que es donde le conocí, él me enseñaba sus dibujos y hablábamos. Yo tenía un trazo de plumilla similar al suyo. En Bruguera Mestres hacía el lápiz y yo la tinta, aunque no siempre era así; en algunas ocasiones hacía solo parte.
Por aquella época ¿aparte de trabajar con Bruguera trabajaste con otras editoriales?
Si, con Marco y la Hispano Americana de Ediciones que tenía una publicación que era Leyendas Infantiles para la que nos tocó calcar. Me explico: Había historietas de clásicos americanos como Flash Gordon, Tarzán, Terry y otros personajes producidos en los Estados Unidos que, por causa de la II Guerra Mundial, no llegaban a España pero si a Brasil y de allí a Portugal en donde nos hacíamos con los tebeos brasileños cuyo contenido –al estar impresos-, calcábamos en blanco y negro. Luego el color lo ponía la imprenta en función de lo que aparecía en las viñetas traídas de Brasil. Este trabajo lo realizábamos García Iranzo, otros y yo, pero esto no solo se hacía en España, también lo hacían en otros países. Las Editoriales no pedían permiso a nadie, aquello era pura piratería. A pesar de todo, había dibujantes como Jesús Blasco de España y Cozzi de Italia que hacían páginas enteras que no eran calcadas: eran viñetas diferentes pero en el estilo de Alex Raymond. Otras cosas de Flash y otros héroes, llegaban por Opera Mundi a París, luego a Italia y al final aquí.
¿Has trabajado para la Editorial Valenciana?
No, no lo hice, de por allá solo trabajé para la revista Cubilete. Sin embargo recuerdo con cariño la revista valenciana KKO –la anterior a la Guerra Civil- que a mí me gustaba mucho por que era muy bonita. Estaba editada por la Editorial Guerri y dirigida por Arturo Moreno –autor de su cabecera que era una preciosidad- desde Barcelona; los dibujantes eran los de Pocholo a los que se les puso en la tesitura de trabajar para ellos o para Valencia; decidieron seguir trabajando para Pocholo. Después en KKO entraron dibujantes menos experimentados y fue colectivizada; la revista dejó de ser lo que era hasta que desapareció antes de terminar la Guerra Civil.
¿Cómo fue tu etapa en Chicos?
Muy interesante; trabajé bastante para ellos y también lo hizo Puigmiquel; ambos entregábamos los trabajos en Barcelona y desde aquí los enviaban a la revista Chicos. Allí apareció mucho mi personaje Gummo.
En Chicos también colaboraban Alcaide, Pena, José Moro entre otros ¿Llegaste a conocerlos?
No, conocía su obra pero no a ellos personalmente.
A ti se te conoce especialmente por tu dibujo humorístico, pero sabemos que también hiciste dibujo serio.
Si, hice dibujo realista, pero terminé dejándolo para pasarme totalmente al dibujo humorístico que me gustaba más.
Se sabe que tus historietas fueron publicadas en el extranjero ¿cómo funcionaba ese negocio?
También trabajé para Creaciones Editoriales, una filial de Bruguera que era la que explotaba los trabajos que ellos controlaban y que se publicaban en Francia, Inglaterra, Egipto, en Hispanoamérica y en otros países. A mí me pagaban lo que yo les entregaba aquí, y luego ellos los enviaban a donde querían sin pagar un duro extra. Creo que lo de Aspirino y Colodión llegó a publicarse en la Unión Soviética, aunque nunca llegué a encontrar la publicación.
Tú y Angel Puigmiquel fuisteis grandes amigos ¿Cómo fue esa relación y en que derivó?
Mi relación con Angel es una historia muy larga; yo admiraba su trabajo y nos conocimos en 1943, era una persona con la que coincidía en muchas cosas, creo que en todas; coincidimos en lo de dibujar y escribir, en lo de las conferencias, en la música de jazz; hicimos un millón de cosas juntos, incluso llegamos a escribir un libro al alimón que se llamaba “Burbujas fantasmales”, en el que se contaba el drama de un violinista que no tenía violín y que no llegó a publicarse; el original se perdió. Por mi parte inventé un capitán de un barco tan pequeño tan pequeño que por no caber en su barco tenía que nadar a su lado.
¿En que consistió la aventura de Venezuela?
La señora de Puigmiquel tenía familia en Venezuela y en un momento en que las cosas no estaban bien en España decidieron irse para allá; luego me reclamó, por lo que mi familia y yo nos fuimos para Caracas; era el año 1956. Allí, -Angel y yo- llegamos a tener un estudio en la allí llamada Plaza del Pez. Ambos hicimos muchas cosas juntos, incluso tiras cómicas que realizamos para una revista de la compañía Shelf que nos pagaban muy bien. De Venezuela me llamaban la atención los “muñequitos” -que es como llamaban allí a las historietas- que publicaban en los suplementos de los jueves y domingos de La Esfera, El Nacional Últimas Noticias etc. que llegué a coleccionar y que perdí; me gustaría encontrar la forma de conseguirlos de nuevo, en particular los del periodo 40/50. En Caracas me sentí muy a gusto, incluso mi hijo Alfonso nació allí, pero al final tuvimos que regresar a España porque la política empezó a estropearlo todo; allí me ganaba muy bien la vida, pero repito la política acabó con todo.
Ya de vuelta en España ¿qué hiciste?
Muchas cosas, que funcionaron de aquella manera; al final volví de nuevo con Bruguera, pero la situación no era la misma; la televisión y otras cuestiones acabaron con la historieta; yo les entregué la última en 1980; al menos puedo decir que me libré de los problemas que originó su cierre que tuvo lugar en 1985.
¿Qué pasó con los originales?
De Bruguera recuperé una determinada cantidad, parte de la cual vendí en Madrid; el resto los guardo. También tengo cosas que hice para Toutain.
¿Y después que hiciste?
Al dejar Bruguera me pasé a las tiras cómicas de las que realicé muchísimas para varios periódicos, entre ellos La Vanguardia y Avui. También colaboré en las reediciones de la revista TBO, para la que hice cosas nuevas. En 1988 el Salón Internacional del Cómic de Barcelona me otorgó el Gran Premio del Salón, y aparte, hasta me dieron un millón de pesetas; todo aquello fue muy grato para mí.
¿Hubo algo más?
Si, la Editorial Astiberri recopiló un material y en 2006 lanzó al mercado el álbum Topolino. Estuve en el Salón del Cómic de Barcelona firmando ejemplares; aquello fue muy gratificante para mí; ojalá volvieran a repetir la experiencia con otras cosas; todavía no me han dado una respuesta.
En casa tengo un montón de cosas; incluso tiras de 2004 y 2006 y las que hice al dejar Bruguera; calculo que unas 10.000 ¡treinta años de labor! Repito; ojalá encuentre a alguien decidido a hacer algo con todo ello. Sobre mis espaldas tengo un montón de años de trabajo, pero ahora no tengo quien me publique.
Volviendo a otras etapas de tu vida, sabemos que conociste a personalidades del mundo del tebeo ¿Dime cuáles?
En España, aparte de Puigmiquel, conocí a Mestre, García Iranzo -compañero de fatigas con el que también trabajé haciendo películas de dibujos para la Productora Chamartín-, Arturo Moreno, Opisso, Arnal al que conocí en Italia y que al terminar la Guerra Civil se fue a Francia y no volvió, Vázquez, Ibáñez, Escobar, Benejama, Muntañola que hace cosas todavía, y otros más. De fuera de España recuerdo a Hogatrth autor de Tarzán y en particular a Will Eisner del que me consideré amigo, con ellos llegué a cartearme, luego los conocí personalmente en una convención. Con anterioridad Freixas había lanzado un libro en el que incluyó cosas de Eisner y lo mío de Radar que era parecido a lo de este autor americano, pero en broma; eso le gustó a Eisner por lo que me pidió que me fuera con él; no lo hice porque pensaba que ya me cogía demasiado mayor.
¿Quién era el autor de tus guiones?
Yo; los guiones siempre han sido míos; pero en todo momento los hice para mí y nunca para los demás. Aparte, escribí cuentos y artículos, tanto en Venezuela como aquí.
Sabemos que algunos te cambiaron tu apellido Figueras por Figueres ¿por qué motivo?
No termino de tenerlo claro porque Figueras es un apellido muy catalán con el que estoy satisfecho y no deseo cambiar; incluso lo llevó mi bisabuelo Estanislao Figueras que fue presidente de la primera República Española. Por cosas así llegué a tener problemas con mi pasaporte.
Para acabar, Alfonso ¿qué se te ocurre agregar?
Para acabar diría que a mí me han gustado los dibujos en general, pero al final, he terminado por no interesarme por ellos, ni siquiera por los míos. Soy amigo de Ibáñez, de muchos años, pero no he leído nada de él ni de nadie, y si he leído lo mío, es porque no he tenido más remedio. A mi lo que realmente me gustaba era lo antiguo, lo de antes. Viene a mi memoria la revista Pocholo con Arturo Moreno, Arnal, Tomás etc. En general los dibujantes antiguos eran artistas muy buenos, pero los que hacían las revistas eran muy malos. Tampoco me gustan los tebeos belgas ni los franceses.
Dicho esto nos despedimos para vernos otro día; por desgracia ese día, no llegó. Descanse en paz.
1 comentario:
Ostrás!!! Cómo me lo pasaba yo con los dos soldados esos...
¿Y si no hay quién le publique, en papel? ¿Porqué no se hace algo, aunque sea en digital, y tal? Un PDF, y si quieres imprimírtelo, en Bubok o similares...
Suerte.
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