miércoles, 8 de julio de 2009

Ajubel y su Robinson Crusoe

Por J. M. Varona “Ché”

Este Robinson que nos presentaron días pasados en la sede de la APIV es muy particular, de ahí que prefiera –al igual que han hecho otros-, adjudicárselo al cubano afincado en Valencia Alberto Morales, más conocido por Ajubel, por haberle echado valor y originalidad a un trabajo que ha dado como resultado un libro maravilloso compuesto por setenta y siete dibujos, la gran mayoría en color, a través de los cuales el autor ha sido capaz de contarnos una historia, basada en la obra de Daniel Defoe, sin haber utilizado texto alguno.

Apoyándose en su ordenador y en una pantalla, Ajubel nos fue explicando como se metió en tan atrevido ensayo con la ayuda de Vicente Ferrer, otro creador, responsable de la Editorial Media Vaca con la que hubo acuerdo incluso para habilitar unos plazos para un trabajo –hubo un año de bloqueo-, que al principio, no avanzaba como tenía que avanzar. Reconoció que se metió en la estructura del libro que mantuvo, pero cargándose un montón de cosas y agregando otras propias en función de una visión ajubelesca del relato en el que se daba más importancia a la espontaneidad que a la apariencia, sin dejar nada al azar, porque todo ha estado bien estudiado aunque reconociendo que su subconsciente ha intuido y resuelto cosas que a él mismo le sorprenden; pensaba que debía más a la intención que a las musas.

Los de Media Vaca eran de la opinión de que las primeras páginas de la obra se deberían haber hecho en blanco y negro, pero Ajubel empezó a utilizar el color casi desde el principio. El autor inició el libro con una línea sinuosa que es como también lo acabó, en el resto, él mismo, se impuso mantener espacios en blanco aunque no siempre con la misma intensidad. En ocasiones se pueden contemplar escenas con menos blanco, pero lo demás no deja de ser una explosión de color a la que el autor llegó por libre, eso sí, ensayando, aunque sin dejar por ello lo profesional. Ha disfrutado haciendo su Robinson; a veces saltaba –incluso de la cama- cuando se le ocurría algo nuevo que plasmar sobre el papel. Recordaba que él había estado en la dinámica en la que están todos, que es la de trabajar para hacer dinero y subsistir, pero que al hacer este libro descubrió que volvía a la ilusión de sus tiempos jóvenes cuando hacía las cosas por cariño y espontáneamente.

Ajubel reconocía que para sus trabajos había empleado el photoshop; partía del blanco e iba metiendo capas; sabía que no era el más experto y que no conocía bien los programas lo que le obligaba a tomar nota para poder volver sobre el tema. Ensayaba y probaba, y en esa tarea, se divertía mucho, aunque aceptaba que algunas cosas surgieron por accidente Trabajó con el lápiz electrónico –también con la goma- con buen resultado ya que hizo cosas que parecen hechas a mano: ¡toda una pasada! como pueden corroborar todos aquellos que han podido examinar esas láminas rebosantes de color; también sorprende la originalidad de los diseños. En el libro aparecen profusamente el cielo, el mar y la tierra y los seres –de los mundos vegetal y animal- que los habitan. En él podemos ver escenas varias del protagonista: con animales, bañándose, en su casa instalada en un árbol, comiendo, con Viernes el compañero negro, en su barquito de factura propia, observando a los piratas que llegan a la isla con prisioneros y a beber, observando al barco que se aleja con los invasores lo que coincide con el final del libro; todo resuelto de una forma desenvuelta, original y hermosa que impresiona, que es lo que le ocurrió al jurado instalado en el marco de la Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia que otorgó, por sus muchos méritos, al Robinson Crusoe de Ajubel, el premio Bolonia Ragazzi Award 2009, el más importante que se concede en el mundo dedicado a la literatura infantil y juvenil.

A preguntas de los que acudieron al acto de presentación, Ajubel se declaró atraído por la pintura de Magritte, Picasso y Chagall. También habló de los problemas que tuvo que superar en la realización del libro: de como separar el agua del mar de la arena que se intuía por la huella que dejaba Robinson; de cómo se perdía a la hora de crear lo que le obligaba, en ocasiones, a desechar imágenes; de sus dudas sobre el final de la historia; de cómo tuvo que detenerse para hacer unas pautas a fin de situar la escena según tocaba; de cómo, hasta que punto, pudo meterse en el libro; de la obligación que tenía un isleño –él lo era- de bañarse en su mar; de cómo, a pesar de años de aislamiento, un hombre puede seguir siendo fiel a la norma etc. Aparte, al autor le llamó la atención por que en el texto original, cuando aparece Viernes el negro en la vida de Robinson, éste en lugar de abrazarlo, le pone el pie encima y lo somete, precisamente a un ser que aparece en el momento oportuno en que la historia parecía que iba a acabarse y cuya figura era más linda que la de Robinson aunque siempre aparezca detrás de él. Añadía que Viernes salía menos en la historia a pesar de que su persona era importante, pues no era un ignorante porque también él había leído libros: -los suyos-: al menos el de la de la naturaleza y el del mar –por eso conocía el lenguaje de los peces-; Viernes no sabía leer en los libros de Robinson pero si embargo, gracias a su conocimiento de las cosas, es quien avisa de la llegada de los piratas, por esto y otras cosas ¿Robinson debió cambiar? Es una pregunta que deja a los lectores para que sean ellos quienes la contesten.

Alberto Morales, Ajubel, pintor, humorista gráfico y diseñador nació en Cuba en 1956 y desde siempre mostró interés por el dibujo, en sus años mozos y dentro de las limitaciones que permitía la dictadura castrista, colaboró en revistas de humor satírico. De Cuba se fue a Italia detrás de una inglesa, y después, en 1991, saltó a España. Estuvo en Barcelona, Arenys de Mar, Cádiz y finalmente llegó a Valencia en donde reside en la actualidad. Colabora y ha colaborado en La Vanguardia y otros diarios españoles y en especial en El Mundo (son legión sus ilustraciones en el periódico y en sus suplementos, en especial El Cultural). De fuera de España ha colaborado o colabora en The Guardian y Courrier Internacional. Una de sus últimas actuaciones ha sido el acuerdo con Vicente y Begoña –grandes profesionales- de la editorial Media Vaca con los que hubo entendimiento y con los cuales ha terminado por trabajar muy a gusto. Desde tiempo atrás, tanto en su Cuba natal como en el resto del mundo, Ajubel ha venido cosechando decenas de premios; entre los últimos –aparte del de Bolonia de este año- está el que le concedió en 2008 la Consejería de Cultura de Valencia al Mejor Libro Ilustrado en lengua castellana. En Munich, Alemania, el Robinson Crusoe de Ajubel fue seleccionado entre los 250 libros más importantes del mundo por lo que fue incluido en la White Ravens List 2009.

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