
La acción discurre en 1942 en plena Segunda Guerra Mundial, y en el momento en que el citado tren se dirige al cerco de Sebastopol en Crimen y la escuadrilla es atacada por yacks soviéticos que consiguen derribar el caza de Erich, el cual es rescatado por Solaya una vieja chamán que se considera intermediaria entre los individuos y los espíritus, que recuerda al caído que “sus heridas como su dolor pueden ser reales o no”, y que “el tiempo, en ese momento, no existe y que el pasado presente y futuro hacía mucho que se entrelazaron”, por lo que pide al personaje de esta historia, que acepte su curación para que” ella pueda negociar con los espíritus de la luz y de la sombra para que a cambio de ello, aprenda a crecer y a ser sabio”; “aprenderás a saber cual es tu misión y cuando lo sepas regresarás con los tuyos para cumplirla”, le dice, y añade: “no olvides que yo te llevo hacia la vida”.

Erich Hafner medita y da un repaso a su existencia, desde los tiempos en que era un niño en su ciudad natal de Dresde en Alemania -en donde en uno de sus museos podía admirar a los ángeles del pintor Rafael-, a la relación con su padre antiguo piloto de la Primera Guerra Mundial, y, a la que tenía con su madre una judía amante de las bellas artes y asimismo a la elección de su profesión de piloto que le acercaba más al cielo.
De todo habla con Solaya que le pone en la tesitura de dar un sentido final a su vida, dentro de aquel mundo de muerte y desastre dirigido por gente ambiciosa que hacían sus cálculos de forma fría. En estas circunstancias Erich tiene la posibilidad de edificar -lejos de los mandamases nazis del momento- su propia realidad; en esta tarea, nuestro héroe, podrá construir también su propio sueño.
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