Por J. M. Varona “Ché”
El viernes 6 del actual y en la Sala de Conferencias de El Corte Inglés de Nuevo Centro (Ámbito Cultural), y bajo el lema “Novela gráfica y realidad social”, tuvo lugar la presentación de los álbumes “María y yo” de Miguel Gallardo y “Arrugas” de Paco Roca.
En el acto estuvieron presentes el periodista Ramón Palomar, el diseñador Mac Diego y el psicólogo Ismael Quintanilla.
Sobre Miguel Gallardo (Lérida 1955) diremos que es dibujante conocido en especial por la labor desarrollada tiempo atrás, en las revistas “El Víbora” (de la que fue fundador) y “Cairo” y por haber dado vida al personaje “Makoki”. También se le conoce por su obra publicada en otros medios de España (en especial en ABC y La Vanguardia) y de fuera de ella, e igualmente por haber sido el autor de 3 carteles del Salón Internacional del Cómic de Barcelona; exactamente del primero, el undécimo y el del pasado año. Es autor, entre otros, de los álbumes “Perro Nik”, “Pepito Magefesa”, “Roberto España y Manolín”, “Tres viajes” y en último lugar, de la obra “María y yo”. Asimismo ilustra libros. El Salón de Barcelona le premió en dos ocasiones (años 1985 y 1992), pero también ha recibido otros premios.
En cuanto a Paco Roca (Valencia 1969) es un ilustrador y dibujante de tebeos de éxito, conocido dentro y fuera de España gracias a cuadernos como “El juego lúgubre”, “Hijos de la Alhambra” y “El faro”, y en especial por el postrero titulado “Arrugas”, doblemente premiado en el último Salón del Cómic de Barcelona (premio al mejor guión y a la mejor obra de autor español).
En primer lugar habló Ramón Palomar para presentar a los autores, de los que dijo que habían sabido tocar de forma seria temas tan delicados como son el AUTISMO y el ALZHEIMER, sin necesidad de caer en el fácil recurso lacrimógeno.
Después de dirigió a todos nosotros el diseñador Mac Diego, que nos comentó de cómo había informado a Paco sobre el comportamiento de su padre enfermo de Alzheimer. Piensa que los dos autores habían sabido llevar al papel historias muy especiales, de las que habían quitado la gravedad y el miedo, propio de aquellos temas que son todo un problema social.
Luego habló Ismael Quintanilla que nos dijo que conocía de tiempos ha, a Mac Diego, y que era –dada su condición de psicólogo- sensible a hechos como los tratados en “María y yo” y “Arrugas”, y de como estaba asombrado por la inteligencia creadora demostrada por los autores, en la puesta a punto de dos álbumes con tanta posibilidad de sorprender. Piensa que ambos han realizado unos tebeos que no están dentro de la lógica que todos esperamos, agregando, que las palabras no tienen valor si no van asociadas a algo más: tiene que haber sentimiento –capacidad para decir lo que se siente-. Vivimos tiempos en que la gente –aunque muchos lo deseen- no se comunica por indolencia, y
cuando los demás no están con nosotros, estamos solos. Las obras de Miguel y Paco ayudan a las personas a comunicarse; al menos para él ha sido así. Hay que ir de los sueños a la razón; no es importante como se dicen las cosas y si la forma en como se dicen. Los dos álbumes son parte de una manifestación cultural por su condición de obra artística, en donde los autores han sabido tocar temas delicados con mucho respeto.
A continuación Miguel Gallardo nos habló de su hija María que tiene autismo, a la que ve de cuando en cuando –vive con su madre en Canarias- y con la que tiene problemas de comunicación porque faltan las palabras, pero al que el hecho de ser dibujante le ayuda. Miguel cuando está con María lleva siempre su libreta en donde apunta y apunta; esto le sirve a él, pero también le sirve a ella. Dice que todos los autistas tienen una habilidad; la de María consiste en acordarse de cualquier ser humano aunque solo lo haya visto un momento. Pasado el tiempo, puede hablarnos de cualquiera de ellos: de cómo se llama, de sus hábitos, características y aún más, de quienes son sus padres, tíos, hermanos, cuñados, novios etc. ¡un portento! Y María le pide a él –al “normal”- que le dibuje esto o aquello; a él que no se acuerda de mucho, pero que gracias a la ayuda de María pinta lo que puede hasta que ella queda satisfecha; por cierto que estos dibujos ingenuos hechos a voleo de forma espontánea, son los que en cierto modo ha trasladado al álbum. Cuando van juntos la gente piensa que él lleva a María de la mano, y es al revés: es María quien le lleva a él enseñándole cosas que como padre –que siempre ha intentado tirar puentes sobre ella- le permite meterse en su mundo distinto y extraño, ya que ella no puede poner su pie en el de Miguel. A Gallardo hacer “María y yo” –nada científico según él- le llevó una semana, pero escribir el guión le ha costado 13 años; exactamente la edad de su hija. Se piensa del álbum que es como un documental que muestra como se comporta María y como se relaciona con los demás. Miguel es un padre que quiere a su hija y la quiere como es; él tomo la decisión de acercarse a ella. Las personas autistas son reacias a la caricia, a pesar de ello, los momentos que él vive junto a María son muy especiales y muy intensos, por ello se siente muy reconfortado cuando recuerda aquel día en que ella le dio a entender en un determinado momento –viene a su mente su “solos TÚ Y YO”-, que solo contaban los dos. Para ayudar a entender como es su relación, Miguel cuenta que un día preguntó a su hija que es lo que había comido y ella replicó que Lilí le había pegado. Se lo volvió a preguntar una y otra vez y la contestación fue siempre la misma: “¡Lilí me pegó!” Al final hubo un momento en que Miguel dijo: “¡Ya verás cuando yo coja a Lilí!” y entonces María respondió: “¡espagueti y pollo!”.
Paco Roca nos decía que en el cómic caben más cosas, y con su ayuda, se puede hablar de cualquier asunto; para cierto tipo de temas como es el caso de “Arrugas”, es el medio perfecto; un tebeo que surge del miedo a la vejez. Cuando Paco ve las pastillas y otros medicamentos que le recetan, se acuerda de que podía acabar como esos viejos que él
retrata en su obra, y en algo peor, piensa que podía acabar tirado en el suelo entre cartones, tal como les pasa a alguno de los abuelos con los que se encuentra en la calle de tarde en tarde. Resulta extraño, pero es un temor que le persigue.
Cuenta también que en una ocasión, le encargaron un cartel que él realizó y al que agregó unos ancianos, cosa que le reprocharon, lo que le hizo pensar que hay gentes a los que no le gustan los mayores, por que ya no sirven para ciertas actividades y tampoco para otras cosas.
En sus primeros tiempos, Paco Roca no tenía ubicado a su padre entre las personas cultas, algo distinto a lo que pensaba del padre de Mac Diego; un señor tan “leído” y tan sabio del que le impresionaba la biblioteca que tenía, por eso cuando le dijeron que tal señor tenía Alzheimer –una persona que tanto respeto le infundía- no podía creérselo; eso no podía pasarle a un hombre tan culto y con tal control de su cabeza. Mac Diego le contó algunas anécdotas que le demostraban que eso ya no era así; que si, que su padre tenía esa terrible enfermedad que roba la identidad.
Para no caer en los tópicos y realizar “Arrugas”, durante tres o cuatro meses, el autor se puso en contacto con familias amigas, enfermeros, médicos etc., incluso llegó a meterse en una residencia –en cualquiera de ellas la soledad y el aburrimiento acampan a sus anchas-, para hablar directamente con los enfermos –algo novedoso porque rompía la monotonía- los cuales estaban encantados de encontrar a un señor dispuesto a escuchar sus historias de abuelos. El enfermo de Alzheimer, pasado el tiempo, acaba por no conocer a nadie pero que si reacciona a los gestos y a las palabras de cariño; a veces el afectado no recuerda quien es el que está al lado, pero no es ajeno a las caricias de las personas próximas.
El libro “María y yo” representa muy bien lo que es un niño autista, y “Arrugas” aclara perfectamente lo que es un enfermo de Alzheimer, por lo que no es extraño que ambos autores estén en contacto con foros que se ocupan de ambos problemas; libros como los presentados, explican mejor que un profesional cual es la situación real de los afectados.
En ambas obras el efecto es el mismo: conseguir que la gente se pare a pensar.
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