Por J. M. Varona “Ché”
Impulsado por Álvaro Pons, crítico de comics y a su vez comisario de la exposición “Tebeos Valencianos” todavía disponible en la Biblioteca Valenciana de San Miguel de los Reyes, se vienen celebrando en la Universidad vieja de esta ciudad (calle de la Nave) un ciclo de conferencias con participación de diversos especialistas del género.
La primera de ellas estuvo a cargo de Antonio Martín historiador e investigador (uno de los mejores) del mundo del tebeo, en particular de los periodos más próximos- anterior y posterior- a nuestra guerra civil.
La segunda estuvo a cargo del propio Álvaro Pons que disertó sobre el tema “El Tebeo Valenciano del siglo XXI” y la última en fecha más reciente, fue dada por Antonio Altarriba profesor de Filología francesa y también especialista en tebeos, que habló de la “Nueva Escuela Valenciana”.
En esta ocasión toca hablar de Antonio Martín que días pasados disertó especialmente sobre “El tebeo valenciano en los tiempos de la República y hasta la llegada del franquismo”, el cual nos dijo que los antecedentes del citado tebeo se remontan a 1871 con la aparición en Valencia de la publicación infantil “El Juguete” (parece ser que duró solo un año), que dio paso -bastante tiempo después- en 1925 a la revista “BOBY” en la que por primera vez aparece el dibujante Muro dando vida a las hazañas de Churrete y Viruta. Más adelante se hacen nuevos intentos con “Valencia Cómica”, y ya en 1928 con “Gente Menuda” (suplemento de las “Las Provincias”), hasta que en el año 1929 y en “El Mercantil Valenciano” aparece un suplemento infantil de historietas llamado “LOS CHICOS”, a partir del cual ya puede hablarse de la aparición de un tebeo clásico de esa tierra. En él vuelve a dibujar Muro dando paso a las historietas de “Colilla y su pato Banderillas”, que utiliza las didascalias pero también el clásico bocadillo. La publicación mantuvo un aceptable nivel de ventas pero terminó desapareciendo en 1939.
En 1932, la Editorial Guerri lanza en Valencia el primer tebeo con vocación de tirada a nivel nacional al que bautizan con el nombre de “KKO”, -el cual, más adelante y sin cambiar la numeración, es rebautizado con el nombre de “Perragorda”-, y que fue dirigido artísticamente por Arturo Moreno al tiempo que se hacia con los servicios -entre otros- de los dibujantes locales Muro, Pertegás, Grau y Palmer. La revista llegó a situarse en una buena posición en el mercado de aquella época, pero poco a poco fue perdiendo importancia hasta su cierre definitivo al final de la guerra civil.
En ese mismo año de 1932 nace la Editorial Valenciana la cual, pasado el tiempo, se convertiría en una de las más importantes de España y que fue fundamental en el nacimiento de la llamada Escuela Valenciana del tebeo.
En 1935 aparece a todo color la revista de influencia católica “NIÑOS” con predominio de las didascalias, en la que colaboraron los dibujantes Dubón, Sansón, Fradera, Cornet y Alamar, la cual un tiempo después y debido a sus méritos, llegó a convertirse en una publicación de difusión nacional. Como tantas otras, terminó por decaer, convirtiéndose en “Meñique” -ya a solo tres colores- hasta su total desaparición en el periodo de nuestra guerra civil.
Durante la citada guerra civil española, Valencia se convierte en capital de la República lo que provocó un gran movimiento de personas hacia esas tierras que facilita –entre otras actividades- la creación de una importante industria editorial. Hay un momento de ese periodo en que las empresas son colectivizadas y pasan a ser dirigidas por los propios obreros, lo que favorece que en esa época surjan publicaciones –entre otras- de cierta orientación política tales como “Muchachos”, “Pionerín”, “Santa Rusia”, “Hacia la victoria final” y “LA TRACA” (revista de fuerte contenido anticlerical en donde dibujaban Bluff, Carceller, Pertegás y otros), pero como en realidad de lo que entendía ese personal obrero era de imprimir y de mantenimiento de máquinas y no de gestión y de hacer tebeos, esas empresas colectivizadas terminaron por perder la razón de su existencia y acabaron por hacer -especialmente y por encargo-, folletos políticos.
Cuando se habla del tiempo de la República y en especial en el periodo de nuestra guerra civil, echo de menos el que no se mencionen los problemas ocasionados al sector de las artes gráficas y a sus gentes, por los enfrentamientos entre otros, de comunistas, anarquistas, sindicatos y los dos sectores del socialismo: el capitaneado por el extremista Largo Caballero y el dirigido por el moderado Besteiro. Invito a Antonio que tan buenas fuentes tiene, a que se ocupe y analice ese particular periodo aunque para ello y dicho con todo cariño, tenga que renunciar –es un consejo que daría a todos, incluida mi persona- a parte de sus fobias y filias.
Terminada la guerra civil es cuando se produce el gran boom de la industria del tebeo; el momento era propicio: faltaba energía, combustibles, medicinas, alimentos; había racionamiento y hambre; los tebeos transmitían ilusión y esperanza porque hablaban de héroes, de aventuras, viajes, mundos exóticos lejanos llenos de belleza, abundancia, en fin de todo aquello que era difícil de poseer en aquel tiempo de grandes necesidades.
Los tebeos iban saliendo aunque había dificultades para publicar por los problemas que ponía la administración y por la falta de papel; también por la puesta en escena de una ley de imprenta que prohibía que esos tebeos adquirieran continuidad –nada que oliera a que un número editado pudiera ser seguido por otro número-; cada tebeo era un título, lo que provocaba que los editores le echaran imaginación a la cosa, y al final lo que en el orden oficial no podía ser, en el orden práctico lo era. De aquel tiempo son Roberto Alcázar y Pedrín y El Guerrero del Antifaz que llegaron a durar todo el tiempo del mundo, y de los que hubo tiradas semanales de verdadero infarto.
En 1947 la situación ya se había relajado, las medidas de control no eran las mismas lo que propició que se diera un gran giro, que permitió la salida de publicaciones como “JAIMITO” y “PUMBY” numeradas y todo. A partir de ese momento la historieta se convierte en otra cosa, dando paso al periodo más fructífero que la industria del tebeo ha dado, gracias en particular, a la entrada en escena de maravillosos y magníficos profesionales de la plumilla que colmaron de gloria el mundo del llamado noveno arte.
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