Por J. M. Varona “Ché”
Dentro del ciclo de conferencias que sobre el tebeo valenciano se vienen celebrando en la sede histórica de la Universidad de Valencia, en días pasados tuvo lugar la pronunciada por el profesor de filología francesa y a su vez experto en tebeos Antonio Altarriba, que versó sobre el tema “La Nueva Escuela Valenciana. Una aproximación estética”.
Altarriba empieza por trasladarnos a esa época en que el tebeo realiza un cambio radical con la ayuda entre otros, de los dibujantes valencianos Sento, Micharmut, Mique Beltrán y Daniel Torres -todos conocidos y de la misma generación del conferenciante-, que en esos años recibieron el valioso apoyo de Miguel Calatayud –mayor que ellos-, el cual siempre estuvo al lado de los jóvenes autores que iban apareciendo en Valencia.
Antonio nos sitúa en los 80, años de gran efervescencia en los que a él le llamaba la atención las cosas que hacían Mariscal y otros. También recuerda de cómo se quedaba fascinado viendo los originales, que antes de ser publicados, le enseñaba Sento.
Hoy a 20-25 años vista de aquello, hace su viaje mental a través del tiempo y al repasar sus archivos, se ve obligado a mirar aquella época con menos apasionamiento. En la distancia ve los desajustes, los desfases de aquellos proyectos que terminaron por no coincidir con la realidad, lo que le lleva a la conclusión, pasados los años, de cómo fueron las cosas de verdad, lo que sitúa al crítico en el que se ha convertido en un justo medio que le condiciona a la hora de dar su conferencia, y en un momento, en que ni él ni los que se movieron en aquella época, son los mismos.
Trae a su memoria la labor de aquella hornada de creadores que surgieron en Valencia y lo que hicieron en una época en el que se cierra la transición, se aclaran las cosas y desaparecen las incertidumbres –no para todos igualmente-, lo que anima a la gente a querer ser modernos; todos querían desprenderse de aquella imagen negativa -hasta negra- que de nosotros se tenía en el exterior y para ello, nada mejor que darse atracones de modernidad como ya se hacía en otros ámbitos. Los tebeos no iban a ser una excepción; había un referente: el cómic “underground” norteamericano y la renovación que se había producido en el entorno francófono, en especial en la producción franco-belga.
Aquí eso de la modernidad se lo tomaron en serio: surgieron Almodóvar y sus historias y la movida madrileña entre otras cosas, y los colegas involucrados en la “Nueva Escuela” (algo así como una “Nouvelle Vague” que diría el francés), hicieron lo que pudieron y un poco más, hasta llegar a la conclusión de que ya los españoles teníamos el suficiente bagaje para movernos por Europa, cosa que también había sido percibida allende nuestras fronteras. Llegó la ocasión para demostrarlo en el Festival de Banda Dibujada de Angulema en Francia en donde se montó una exposición -de la que fue comisario precisamente Antonio Altarriba el autor de la charla-, que provocó una gran curiosidad en gentes de fuera de España muy interesadas en conocer lo nuestro. La muestra causó auténtico furor dada la multitud de estilos y la calidad de las obras allí presentadas. La crítica fue generosa al dedicar a lo expuesto sus mejores comentarios. Un verdadero éxito que en cierto modo ayudó a que se pusieran igualmente de moda en otros países, los peliculeros, los estilistas y los modistos españoles.
Los de aquí fueron conscientes de la situación, por lo que decidieron modernizarse todavía más pero cambiando el “look” desastroso de los “progres” por otro más arregladito, incluido un corte de pelo en consonancia y más cortito, y además, traje a la moda; dejaron de ser “hippies” para ser “cosméticos”.En aquellos años 80, hubieron muchos cambios en lo que a la creatividad respecta, y era muy importante para las gentes del tebeo de la época, desmarcarse de la imagen del pasado para cambiarla por otra más moderna. No les gustaba lo hecho con anterioridad en su pasado tebeístico; renegaban incluso de aquello que ellos mismos habían devorado y bebido. La revista “Cairo” -todo un referente para todos ellos en aquellos tiempos-, aconsejaba desmarcarse de Capitanes y Guerreros, en clara alusión al Capitán Trueno, al Guerrero del Antifaz y a otros personajes conocidos. En esa deriva –por fortuna subsanada y superada en la actualidad-, algunos pretendían identificar a esa época de la Escuela Valenciana del Tebeo, con el antiguo régimen. En aquel momento, según ellos, la historieta tenía que ser –arte o industria o los dos al tiempo- otra cosa, empezando por cambiar el nombre de tebeo por el de cómic, tal como se había reivindicado en el medio adulto. Se decía: ¡Esto que hacemos no es un tebeo; es un cómic!
La revista “Cairo” surgió en un momento considerado endeble dentro de la industria; su filosofía engancha a ciertos autores de éxito y a otros a los que por motivos diversos, se le habían cerrado las puertas de otros sitios. Por aquel tiempo, se podía decir que las revistas en general, tenían su línea ideológica. Se pensaba en los cómics americanos de los años 30 que para muchos era lo más fetén. Pero para “Cairo” lo suyo no tenía que ser así; si en cambio un producto un tanto especial que iba de la mano de Joan Navarro, el cual había convencido al editor para que lanzara al mercado una revista así, la cual el en periodo que va del año 1980 al 84 conservó su línea y marcó un rumbo pero que al final –como tantas otras- terminó por cerrar al no conseguir superar los 8.000 ejemplares de tirada. Puede decirse que el éxito de “Cairo” no fue importante, pero si muy influyente que marcó el momento en el que vivió.
Altarriba antes de terminar su conferencia, habla de Valencia, una ciudad que siempre había estado vinculada al mundo de los tebeos hasta el cierre, a mediados de los 80, de las editoriales Valenciana y Maga, después de lo cual y como sincronizados, surgieron los nuevos valores entre los que él destaca a Sento, Micharmut, Daniel Torres y Mique Beltrán, que fueron fundamentales en la entonces llamada Nueva Escuela Valenciana, que ahora en la distancia, el conferenciante no sabría decir de ella si fue NUEVA y si tan siquiera fue ESCUELA-. Lo que tiene claro es que fue una expresión que quedaba bien en un momento que así convenía. Piensa también que acaso mejor podía haber llegado a ser “escuela de autores que estaban de paso”.
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