viernes, 18 de julio de 2008

CARLOS GIMENEZ: CHARLA Y PREMIO

Por J. M. Varona “Ché”
El 4 del actual y en la Librería FNAC de Valencia, tuvo lugar una charla coloquio en la que intervinieron el dibujante Carlos Giménez y público en general. Actuó como moderador el especialista en cómic Álvaro Pons, el cual presentó al conferenciante diciendo de él que era el mejor profesional español de la historieta de los últimos tiempos, que nació en Madrid en 1941 y que desde que inició su andadura en 1959 de la mano del dibujante Manuel López Blanco (que lo tuvo como ayudante), hasta nuestros días, había producido un gran número de obras, siendo las más conocidas las incluidas en la serie “Paracuellos”.

A las preguntas que le hicieron el propio Álvaro y los asistentes, Carlos contestó que era un contador de historias y que lo hacía a través de los tebeos porque no sabía hacerlo de otra forma, y que es cierto que la gente que los lee piensa que las cosas, que él cuenta, ocurrieron de verdad, y es porque a todo lo que hace le da un toque de realidad.

Agregaba que a veces a los dibujantes les toca hacer cosas difíciles de creer, como la de aquel policía montado del Canadá que se cargaba a un oso con solo orientar su cuchillo en dirección al animal y dejarse abrazar después, o aquella del explorador que se libraba de un cocodrilo con un palo, que colocaba en vertical, en las fauces abiertas del bicho, lo que demostraba que el que dibujaba aquellas escenas, no tenía ni idea de lo que era un policía montado, ni un oso ni un cocodrilo. En esa situación, el lector difícilmente puede pasar por el aro. A él le gusta hacer cosas creíbles apoyándose en sus propias experiencias, con personajes normales que no son ni los más guapos, ni los más altos ni los más perfectos, pero que pertenecen a la vida real. Él ha podido contar historias de aprendices o de niños internados en colegios del Auxilio Social, porque ha sido aprendiz y alumno de esos colegios, lo que le ha permitido recrear perfectamente el ambiente en que unos y otros vivieron ; esto, incluso, llegó a servir de base a estudiosos del tema.
A Carlos le gusta hacer pequeñas historias, pero reales, que pueden interesar menos pero en las que hay más emoción Comentaba que al dibujar sus “niños”-en especial los de “Paracuellos”-, los hacía con ojos y orejas grandes que, de llevarlos a la realidad, hubiesen sido monstruos de feria , pero que de esa forma, con gestos exagerados, pretendía representar su angustia, su miedo e incluso su hambre. Piensa que una cara dibujada en plan realista no permite transmitir la verdadera situación; esta manera de actuar forma parte del código que cada dibujante posee También dijo que cualquier historia, por muy particular que sea, hay que contarla con un cierto sentido del humor. Hasta las aventuras de Superhéroes y de los Mangas deberían contarse con sentido del humor.

Decía igualmente que él no vivió la Guerra pero si la Posguerra que era lo más cercano, y hubo un tiempo en que de ciertas cosas no se podía hablar hasta que llegó el momento de contarlo –reivindica su derecho a narrar sus historias aunque a algunos no le guste-. Dijo “Como no viví la guerra, acudí a los que si la vivieron; me reunía con Timoteo que es un amigo con el que coincidía para tomarnos unas cervezas y hablar de sus experiencias vividas de niño en la Guerra Civil. Timoteo no me daba detalles de batallas, de generales o de políticos, pero si de la gente de la calle; de la gente sencilla que sobrevivía a los bombardeos, al miedo a los que podían matarte y al hambre: de los niños, de las mujeres y los hombres que nada tomaban porque lo que conseguían eran para sus hijos: ¡qué terrible era morir de hambre! La guerra era una basura en la que moría la gente que no tenía que morir; en ocasiones y por desgracia, “paseados” por los de uno o los de otro bando. De esos contactos surgió la reciente serie “36-39”.

Sobre la censura Carlos dijo que a él le pilló en “EL Papus”y no tuvo muchos problemas porque en la revista había un filtro. Por otra parte, la revista también tenía un manual de la censura, que al cumplirlo, los inconvenientes quedaban eliminados.
En cuanto al tema de la devolución de los originales que tanto afectó a los dibujantes del pasado, para él no es ni ha sido un problema, porque lo que ha estado enviando a los editores han sido magníficas fotocopias, y cuando por alguna razón tuvo que mandarlos, pasado cierto tiempo se los devolvían en perfecto estado. Con relación a este asunto decía que: “incluso hay editores extranjeros que se dan mucha prisa en devolverlos para evitarse posibles inconvenientes”.

Durante el último Salón del Cómic de Barcelona, Carlos nos dio un susto por lo que tuvieron que internarlo en un hospital, aunque sin consecuencias graves. Por cosas así y por otras cosas, a él, aunque tenga callos en las manos y el culo “pelao”, lo que le gustaría es seguir haciendo lo que le encanta y con lo que disfruta que es dibujar; ahora eso sí, a un menor ritmo y con una menor presión y con guiones propios que llevaría a editores que no tuvieran la tentación de decir: “ya está de nuevo aquí el Carlos, con sus niños de “Paracuellos” y su “Memoria histórica”.

Un día después de la charla, Carlos Giménez acudió a Burjasot en cuyo Auditorio se le hizo entrega del Premio-en forma de estatuilla: el Halcón Maltés-, a la Mejor Contribución a la Cultura del Cómic. El galardón fue concedido y entregado por los responsables de la veterana Cartelera Turia También se otorgaron premios a otras personalidades. La Gala de entrega fue presentada por Tonino y Juanjo de la Iglesia.

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